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Algo que nunca sera novela

VIDRIOS ROTOS.

VIDRIOS ROTOS.

El cielo se desarma en jirones de vidrios rotos. El frío corta en cada gota que resbala, y el suelo se enciende con cada relámpago que restalla.  Esquivo paraguas, deporte oficial de cualquier caminante desparagüado en Buenos Aires.  No quiero perder un ojo. Algo murmura en mi mente "no otra vez".  Como si hubiera perdido un ojo... alguna vez.  Una guerra, una esquirla de bala. Casi como si recordara algo que nunca sucedió.  Se me pegan los pantalones a las piernas, y empiezo a odiar el mundo. El squish squish de los zapatos me altera más todavía.  Faltan tres cuadras, tres insidiosas cuadras más.  Me revienta la lluvia cuando cae desarmando mis sueños. ¿Que cuáles sueños? Bueno, para empezar, no puedo fumar. Y me revienta. Para seguir, quiero tener mis pies secos. Y me revienta el squish squish. Y saber que voy a llegar a casa de Nadia completamente empapado, me va a prestar una toalla, y como no me voy a sacar la ropa, voy a seguir mojado.

 Si, ya sé. No son sueños en el sentido de aspiraciones utópicas, sin embargo por mas simples que sean son aspiraciones al fin.  Llaménme cínico, pero para mí, las únicas aspiraciones válidas son aquellas que se puedan conseguir en los siguientes minutos o en el plazo de un día. 

Resolution.

Prendió el cigarrillo. Las volutas del humo se llevaron la atención de sus pupilas. "Llegó el momento. Si las cosas son lo que parecen, entonces es hora de moverse." El armario se erguía frente a él, inmutable, símbolo constante de la lucha, de las fuerzas de voluntades.

"Y así será" Ladeó el cigarrillo, alisó las arrugas del jean liviano y oscuro... Llevándose las chaqueta al hombro se levantó resuelto, como siempre, más que siempre. Cada uno de sus pasos firmes, despreocupados, restaron intencionlamente imponencia al armario, el cigarrillo ladeado sonrió.

"Si vamos a jugar, let the games begin." Abrió la puerta al día.

Ella

De tanto en tanto se daba vuelta para mirarla. Suavemente, como siguiendo con la vista el curso azaroso de la conversacion, buscando el efecto de las palabras en los rostros de los presentes, pero inevitablemente, inescrutablemente, ella. No lo había notado al principio, pero quien hubiera podido notarlo, con un comienzo tan accidental, tan fríamente calculado por el destino de forma que nadie tomara nota de nada. A la vez tan obvio... y tan secreto.

Los cafés bajaban su nivel en las tazas, dejando las marcas de la marea... Y él la miraba. Sin que ella se diera cuenta, posiblemente ni tampoco fuera ella... quizá tan sólo el recuerdo lo invadía. Un recuerdo que quizá no existiera, aunque considerando la circunstancia...

La miraba de reojo y ella no sabía. De eso si estaba seguro, ella no sabía nada. Y por eso seguiría simulando, retrasando el momento en que los dos sabrían, en que los dos sufrirían otra vez... para seguir cada uno su camino. Como siempre.

sueño

El paso de los caballos, cansino, rítmico. Como el vuelo de la arena en el viento. Como el vaivén de las olas. La barca, sobredimensionada, se transparenta contra el cielo y el mar. El ojo de buey, delineado en azul, los observa pasar con mirada cruel. Un águila da giros violetas en el aire.

El tiempo parece no pasar, la arena cambia y es la misma siempre. Y la barca, con su ojo impertérrito los sigue...

Maria Elena se despierta. Otra vez la barca. Recuerda un poema que leyó hace tiempo... "La Barca del Ojo Oscuro"... resuena el título en su mente. ¿De quién era? De nadie. Es inventado. Otra de esas cosas que recuerda sin memoria. Sin embargo, el resonar continua... "la barca del ojo oscuro los busca"... ¿A quiénes? ¿A quiénes dónde? ¿Y cómo? Ni hablemos de porqué.

Piedras

Amatista, Topacio, Ojo de Tigre...
Las piedras, secas, frías.
-Me da ésta, por favor?
¿Cuánto sale? ... Gracias.

Un tintinear de Fengshui, la última bocanada de incienso. Andrea pestañea ante la luz del invierno que se acerca. Ajusta su mochila, grande, pesada. Ajusta su boca, pequeña, delgada... en su expresión firme, cotidiana.

Camina. La gente no se aparta a su paso, y no le importa. Está acostumbrada. Siempre fue así.

Un "Hola" cortés a una profesora. Llega a la biblioteca. Sonríe, amable. Sus pocas sonrisas de sol, las dirige a los que la conocen, los que no la juzgan... Los que saben qué busca, qué quiere... y se mantienen lejos.

El otoño... uno.

Caminaba con paso rapido en las veredas manchadas de otoño. De igual manera se sucedían sus pensamientos. Había empezado así de golpe, a pensar en todo lo sucedido. La conversación que habían sostenido ayer la había asustado... y sólo ahora se daba cuenta de eso, y del peso de lo dicho.
Al levantar la vista, la plaza desierta y húmeda, el cielo gris y opaco, parecieron dar un sentido ominoso a sus temores.

Ahora... ¿temores porqué? Si lo que dijeron ayer no era... No era más que resumir un montón de hechos, de juntar un montón de situaciones...
El semáforo le dio tiempo a repasar las palabras.

Y sí... por separado no eran más que sueños curiosos, sensaciones extrañas. Deja Vú, y "no le hagas caso, no es mas que un sueño"... "Estas imaginando cosas". Pero todo junto... La cosa cambia. No era un sueño aislado, eran varias las "sensaciones" que se aunaban en una misma historia. Y no era simplemente ella "imaginando cosas"... Cuando varias personas soñaron lo mismo, ya uno duda. Ya deja de ser un "sueño loco" para ser... ¿qué cosa? ¿Cómo lo llamaban?
Como si fuera una respuesta, una vidriera. Una santería. Un libro. "Viajes Astrales. Como utilizar sus sueños". Y esto mismo, por ejemplo... ¿Qué necesidad había de que el título del libro fuera tan exacto?

Me voy a volver loca. Quiero gritar.
.............. ................... ................

Y en lugar del grito, un silencio. Y en lugar de situaciones extrañas, la vida. El suelo bajo sus pies, las huellas del otoño. La caótica ordenación de las hojas en el suelo. Los transeuntes, hojas en un libro. Cada individuo, un hilo del tapiz, entretejiendo armónicamente su propio caos con el resto. La calle. Los autos. La gente. La armonía. Un ballet coreografiado al azar, con protagonistas ignorantes de su actuación.

Las hojas de los árboles cayendo forman una imagen. Todo es una imagen. Casi se puede adivinar el patrón que sigue el movimiento ininterrumpido del universo. Y ese patrón, ese místico orden, lo es todo. Es el silencio. Si en este momento reemplazara todo por nada... Sería lo mismo. No; no sería. Es lo mismo. O no es. El patrón se desenvuelve de manera inconcebible. Todos los hilos están en la mano de ¿Dios? Y en ese momento no es necesario saber. Todo esto no se sabe, no se percibe, "Es".

Y Nadia, en su momento de silencio, sólo "ES". Ella es la calle, la gente, las hojas de los árboles. Y no lo sabe. Sólo es.

El momento pasa. Literalmente, se va individuando. Va sabiendo, poco a poco. Primero la calle, el piso bajo sus pies. Eso no es ella. Ella se siente en sus pies. La gente no es ella. La gente se mueve. Y ella tiene que moverse tambien. Tiene que llegar a clases.

La risa cortada.

Las risas se ahogaban en el peso dormido de la noche. Risas francas. Recién se conocían, y reían como si lo hubieran hecho toda la vida... Las paredes solitarias no las amenazaban, el frío no se sentía. -Jaja...Y ese... ¿como se llama? ¿Hernán?-. Y Lorena que de pronto calla. -No me gusta nada ese chico.-

-Ah, ¿Y porqué? Aparte de ser un pesado entrometido... Pjí, jí, juaahhh... (el ataque de risa todavía no se había terminado para Nadia) Y muy gracioso.... (Nuevo estallido de carcajadas).

La mirada pensativa (poco común en Lorena) las callo a las dos. -No sé, quizá nada... No me hagan caso...
Pero las risas no siguieron.