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Tai Chi

Los pies se apoyan suavemente sobre el piso. Los dedos, móviles, se entreabren ligeramente con el peso, dando balance. Se arrastra ligero el talón, deslizándose sobre la superficie plana. El arco, en tensión leve, esparce el peso. Tersa, la piel que recubre elásticamente el movimiento.


Camina.

Una rodilla eleva el pie, que gira desde el tobillo. La cadera sostiene el peso del cuerpo y balancea, hacia delante (apoyo el pie), hacia atrás (giro el tobillo sobre el talón), hacia delante de nuevo... cambia la dirección del torso, y levanta el segundo pie (olvidado hasta ahora).

Inspira, espira. Coordina todo en un sólo movimiento interminable, eterno. Es la respiración, el movimiento. Es los pies, las manos, los brazos. La respiración, el pelo. Es el piso que lo sostiene, es el aire que respira. El techo que lo cubre.

El aire en sus pulmones, los árboles que producen el aire, el suelo que nutre las raíces, el planeta que gira... gira entre planetas...

Todo se resume en un movimiento sutil, constante. Un balance semicircular que imita la forma de la galaxia.

Y nos movemos, todos, sin pensarlo hacia un mismo fin...

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